miércoles, 2 de septiembre de 2015

Hacia la fuente

La ventana está clausurada por una tostadora y una planta muerta, pero desde su clausura van y vienen cosas que contribuyen a su estado permanente de encierro. Entre ellas hay otra planta (iba a decir moribunda, pero por lo que noto ahora, ya pasó a mejor vida) y una de menta que teme seguir ese destino. Un recipiente vacío y otro con una colonia de hongos que han crecido de lo que fueron chiles jalapeños, así como las múltiples pequeñeces que yo agrego y desaparezco dependiendo del humor (aunque hasta ahora ninguno de mis bichos ha llegado hasta acá).
Desde esta ventana veo la mañana y la tarde aparecer a deshoras, como quien las mezcla sin intención para dejarlas a medias. Los hay días que amanece a las ocho de la tarde y luego al siguiente, la media mañana se presenta a las tempranas seis, para a mediodía disimular un atardecer de verano y a eso de las cinco simular esa extraña hora de silencio que le sigue al amanecer. La calle es una imagen de fondo (de esas imágenes animadas modernas, para darle realismo al paisaje) los turistas se entremezclan con los adoquines y me fotografían desde abajo, buscando mis peores ángulos. Desde esta ventana adquiero la capacidad de evaluar al mundo sin prejuicios, de ver a las nenas concentrar sus sueños en una moneda para hundirlos en mi fuente. Y mientras tomo mi café esperando pacientemente el momento de bajar a exhalar humo, a veces colecciono los curiosos personajes que revolotean coloridos cerca del agua.


Con los vapores alucinógenos del verano, la suposición era que las curiosas imágenes provenían de una mezcla entre el sol y el vapor, y que la fuente era simplemente el punto exacto donde la humedad lo permitía. Pero con vientos fríos siguen apareciendo los seres mas curiosos (justo esta mañana he observado a una unicornio deambular ansiosa mirando fijamente a mi puerta) inmunes a la temperatura.
Entre colores y música suelo desde arriba tirarles mis buenos deseos, a veces con halagos sordos, a veces solo con la fuerte intención de confirmar a tacto si son reales.Los voy coleccionando como estampillas en un álbum, los adhiero con un poco de baba o una hoja adhesiva transparente, y luego los repaso despacito, como tesoros antiguos.

Pero coronando el principio de septiembre apareció, tras un largo y peculiar día, un mágico espectáculo de luces y colores. Girando en círculos a su al rededor se reflejaba la magia de otoños llenos de fantasía. El ente también giraba, se mezclaba con sus herramientas y se resguardaba tras ellas. Los largos cabellos volaban como parte de la imagen, se enredaban en su rostro, lo escondían de los curiosos ojos que en lo oscuro repetían "quiero, quiero". Impulsados mas por la cobardía que por las ansias, los filtros, el papel y el tabaco aparecieron en la bolsa del jeans (aún sin desenrrollar la comodidad del viaje) y mi cuerpo se vio apresurado hacia afuera.
Por largo rato lo miré de reojo, y ya vencida, dispuesta a guardarlo simplemente como uno observado mas de cerca, se acercó preguntándome qué pasaba. "Sólo observo", le contesté temblorosa y se sentó a mi lado. Hablamos de música, de hogares, de procedencias y de estudios. Hablamos de oportunidades y de magia, de mucha y maravillosa magia. Sus manos temblaban al girar el tabaco, las mías al guardarlo. Sus ojos inquisitivos se escapaban con rapidez a cada encuentro, su voz preguntaba mas de lo que decía. Finalmente me dispuse a hablar en concreto y mientras desenredaba las palabras antes de escupirlas, desapareció con la velocidad con la que vino, dejándome a mitad del tercer cigarro y con el misterio en la bolsa. "Va para la colección" me dije, y volví a mi cueva a retorcerme para sacar los nervios que con alegría había acumulado.

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